La Orquesta Sinfónica de Castilla y León bajo la dirección de José Luis López Antón

El poema sinfónico Don Quijote velando las armas de Gerardo Gombau (Salamanca, 1906 – Madrid, 1971) fue la obra con la que el compositor se presentó y obtuvo por unanimidad el Premio extraordinario de composición del Conservatorio de Madrid en 1945. Se basa en el capítulo tercero de la primera parte: «Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero«. La obra fue estrenada en el Teatro Monumental Cinema de Madrid el 23 de marzo de 1947 por la Orquesta Sinfónica de Madrid, con el compositor en el podio. Está dedicada a Conrado del Campo, su admirado profesor de composición. Fue la primera obra orquestal de gran escala del compositor y, sin embargo, muestra una considerable madurez artística y técnica. De naturaleza programática, se propone retratar episodios específicos de la novela, a los que Gombau hace repetidas referencias en su partitura. Estructuralmente consiste en un preludio seguido de una sinfonía, cuyo primer tema representa a Don Quijote y cuyo segundo, a Dulcinea y que, después de una sección de desarrollo en la que se representan varios episodios diferentes, se cierra con una recapitulación invertida; en otras palabras, escuchamos primero el tema de Dulcinea y luego el de Don Quijote. Como el propio compositor señaló, «la inversión es requerida por la propia trayectoria de la novela», antes de que el trabajo termine con una sección deslumbrante que reúne los primeros temas de la música. En línea con la estética post-romántica, Gombau se referiría a esta obra como un «poema épico después de Conrado y Strauss», reconociendo la deuda que le debía no solo a la gran tradición sinfónica europea, sino también a la tendencia nacionalista presente en la música española, un sentimiento que había heredado de su maestro, con un guiño al paisaje sonoro castellano en el que tienen lugar las aventuras de Quijote.

Astor Piazzolla (1921-1992) nace en Mar de Plata (Argentina), siendo el único hijo de Vicente Nonino y Asunta Mainetti. En 1925 la familia se instala en Nueva York hasta 1936 y es entonces cuando su padre le regala su primer bandoneón. También estudia piano con Bela Wilda, un discípulo de Rachmaninov, con el que aprende a amar a Bach. Su familia se hace gran amiga de Carlos Gardel, llegando este a influir notablemente en el joven compositor. Al volver a Argentina comienza a tocar en grupos y descubre al Sexteto de Elvino Vardaro, de quien le impacta su nueva forma de tocar tango. En 1939 concreta su sueño, después de alternar en varios grupos: ingresar como bandoneonista en el grupo de Aníbal Troilo Pichuco, uno de los más grandes instrumentistas y su gran maestro. Piazzolla siente la necesidad de avanzar musicalmente e inicia a partir de 1941 sus estudios musicales con Ginastera y con Spivak. En 1943 comienza sus composiciones “eruditas” con su “Suite para arpa y cuerdas” y en 1944 abandona a Troilo para crear su primera orquesta, que se disolverá en 1949, después de haber engendrado un “nuevo tango”, más audaz y atrevido armónicamente. En este momento deja el instrumento para dedicarse a la composición, deseo que más tarde será llevado a la práctica con las clases de Nadia Boulanger en París, quien le recomendará seguir sus pasos tangueros. Cuando en 1955 vuelve a Argentina, crea el Octeto Buenos Aires, con el que inicia la nueva era del tango contemporáneo, que despierta en su contra las más impiadosas críticas. Al final de esa década prueba suerte en Nueva York, trabajando como orquestador, y es entonces cuando la muerte de su padre le inspira su tango más famoso: “Adiós Nonino”. En los setenta crea el Conjunto 9 y el Octeto Conjunto Electrónico, reiniciando una nueva etapa de grandes éxitos por todo el mundo tanto en grupos como solista. Muere en 1992, tras una trombosis cerebral que le deja en coma por unos meses. Astor Piazzolla es uno de los pocos compositores que pudo grabar y representar en concierto la casi totalidad de su obra, que abarca unos cincuenta discos.

Se podría decir que la característica más definitoria de su estilo es su potencia estética, y ese rasgo tan argentino, y a la vez tan evolucionado, del tango. Su música impacta y fascina, mezclando el jazz, la música clásica, el tango y consiguiendo un estilo inquebrantable. Su obra, compuesta por más de mil temas, comienza a tener influencias sobre los mejores músicos del mundo y de distintos géneros, como el violinista Gidon Kremer, el chelista Yo-Yo-Ma o el Kronos Quartet. “Five Tango Sensations” fue compuesta en 1989 y estrenada ese mismo año en Nueva York por el autor junto al Kronos Quartet. Unos meses después fue grabada en estudio por los mismos intérpretes. La obra puede ser acompañada por un cuarteto o por una orquesta de cuerda. Cada uno de los cinco tangos que conforman la obra es una sensación y transmite la emoción a la que alude en los títulos: «Dormido», «Amar», «Ansiedad», «Despertar» y «Miedo».

La Suite española Op. 47 del compositor español Isaac Albéniz, original para piano, está compuesta principalmente por obras escritas en 1886. La versión definitiva se publicó en 1912 contando con ocho piezas. Cada pieza representa una región diferente incorporando algunos elementos reales o imaginarios de su folclore. El compositor Francisco J. Domínguez comenta: “El reto al que me enfrenté al abordar la versión que se presenta hoy para acordeón y orquesta fue incluir un discurso adicional por contraposición o suma del solista con la orquesta, lo que me abrió la puerta a una relectura de estas magníficas piezas”. Nacido en 1993, Francisco José Domínguez estudió el Grado superior de viola en el Conservatorio Superior de Música de Aragón con José Manuel Román y en el Conservatorio Superior de Música del País Vasco (MUSIKENE) con David Quiggle y Natasha Twitch. También estudió el Grado Superior de Composición en MUSIKENE con Gabriel Erkoreka, terminando con Matrícula de Honor y las mejores calificaciones. Entre sus galardones figuran: Primer premio en la VII edición del Concurso Internacional de Composición “Francisco Escudero” en el País Vasco, fue seleccionado en la I edición del Concurso Internacional de Composición “Nooa Project” de Cataluña para ser interpretado en cuatro países, segundo premio en la VIII edición del Concurso Internacional de Composición “Durango Hiria” en el País Vasco, Mención Honorífica Juan Crisóstomo de Arriaga en la XXVI edición del Premio para jóvenes compositores de la fundación SGAE, Mención Honorífica en la X edición del Concurso Internacional de Composición Franz Schubert en Austria. Ha recibido encargos del Festival BBVA, Impuls Festival, Musikagileak, Smash Ensemble, Trio Zukan, Iñaki Alberdi, Olga Morral y Henri Bok entre otros, y sus obras han sido interpretadas por la Orquesta Sinfónica de Bilbao, L´Instant Donné, Trensemble y Nou Ensemble entre otros.

Joaquín Turina constituye junto a Manuel de Falla la que se ha llamado Generación de los Maestros. Turina, sevillano de nacimiento, comienza pronto a estudiar piano y a componer: primero en su ciudad natal, después en Madrid, donde acabará fijando su residencia, y finalmente en París (al igual que Falla y tantos otros de su época). Los consejos que Albéniz da a Turina le orientan hacia una música menos afrancesada, más nacionalista y que, con el tiempo, dará lugar al “pintoresquismo” turiniano. Aborda todos los géneros: piano, voz, ópera, sinfonías… Especialmente conocidas son sus “Danzas Fantásticas” y su “Sinfonía Sevillana”.

Según comenta el crítico y ensayista Enrique Martínez Miura “la Sinfonía sevillana es la obra maestra de Turina dentro del apartado orquestal y la primera pieza importante de este género producida en España en el siglo XX. Escrita en 1920, supera la influencia de la Schola Cantorum parisiense por medio de un nacionalismo andalucista idealizado, aunque los ritmos utilizados en verdad procedan del acervo popular. Ahora bien, la obra posee una construcción muy flexible y una orquestación de gran ligereza. Los títulos de los movimientos son indicativos del fuerte poematismo que caracteriza a la música. El primer tiempo, Panorama, traza un cuadro general; el segundo, Por el río Guadalquivir, es posiblemente el más conseguido, con su clima poético y sutil orquestación, mientras que Fiesta en San Juan de Aznalfarache constituye una auténtica explosión de color y ritmo. La Sinfonía le mereció a Turina el premio del Gran Casino de San Sebastián. Fue estrenada en Madrid por la Sinfónica de la ciudad, dirigida por Enrique Fernández Arbós, el 11 de septiembre de 1920.”