Una de las grandes obras de Giuseppe Verdi
La Asociación de Amigos de la Ópera de Sabadell, presentan esta ópera en cuatro actos subtitulada en catalán, con texto de François Méry y Camille du Locle, basado en el poema dramático «Don Carlos, Infant von Spanien» de Friedrich von Schiller; estrenada en versión italiana en la Scala de Milán el 10 de enero de 1884.
Es esta una ópera con personajes magistralmente dibujados y arias espléndidas, con grandes coros y una música inspirada y un dramatismo intenso que no deja a nadie indiferente.
Las representaciones previstas
21/02/2018 a las 20.00 hs en Sabadell, Teatre La Faràndula
23/02/2018 a las 20.00 hs en Sabadell, Teatre La Faràndula
25/02/2018 a las 18.00 hs en Sabadell, Teatre La Faràndula
27/02/2018 a las 21.00 hs en Reus, Teatre Fortuny
02/03/2018 a las 21.00 hs en Viladecans, Atrium
04/03/2018 a las 18.00 hs en Vic, Teatre L’Atlàntida
07/03/2018 a las 20.00 hs en Manresa, Teatre Kursaal
09/03/2018 a las 20.30 hs en Sant Cugat del Vallès, Teatre-Auditori
11/03/2018 a las 18.00 hs en Tarragona, Teatre Tarragona
14/03/2018 a las 20.30 hs en Girona, Teatre Municipal
18/03/2018 a las 18.00 hs en Granollers, Teatre Auditori
El reparto
Filippo II, Re di Spagna: Felipe Bou
Don Carlo: Albert Casals
Rodrigo, Marchese di Posa: Carles Daza
Il Grande Inquisitore: Danil Sayfullin
Un frate: Juan Carlos Esteve
Elisabetta di Valois: Maite Alberola
La Principessa d’Eboli: Laura Vila | Laura Obradors
Tebaldo: Queralt Aymerich
Un eraldo reale: Alberto Espinosa
Una voce dal cielo: Anabel Pérez Real
Director de orquesta: Daniel Gil de Tejada
Director del coro: Daniel Gil de Tejada
Director de escena: Carles Ortiz
Asistente de escena: Anna Ponces
Escenografía: Jordi Galobart
Iluminación: Nani Valls
Vestuario: AAOS
Cor Amics de l’Òpera de Sabadell
Orquestra Simfònica del Vallès
Fotos: Dr. Xavier Gondolbeu
Venta de entradas
Programa de mano
El argumento
Acto primero
Monasterio de Yuste (Extremadura)
En el claustro del monasterio un monje reza ante la tumba del emperador Carlos V mientras el resto de la comunidad lo hace en la capilla (Carlo il sommo imperatore). Llega Carlo, príncipe de Asturias, heredero de la corona, buscando calmar sus intenses preocupaciones (Io l’ho perduta!) y, sorprendido, cree reconocer la voz de su abuelo, el emperador, en la del monje.
Llega Rodrigo, marqués de Posa, gran amigo de Carlo. El marqués acaba de regresar de un viaje a Flandes donde ha sido testigo de los abusos de la dominación española y pide a Carlo que utilice su influencia ante el rey, su padre, para acabar con esta situación (L’ora suonò. El príncipe, por su lado, le confiesa que está enamorado de la reina, Elisabetta de Valois, su madrastra, situación muy comprometida. El consejo de su amigo es alejarse de la corte y trabajar por la causa de Flandes. Antes de separarse, los dos hombres se juran amistad eterna (Dio, che nell’alma infondere).
Mientras tanto, en los jardines del monasterio encontramos reunida a la corte de damas de la reina, que se entretienen con alegría y despreocupación (Sotto ai folti, immensi abeti). Entre ellas está la bella Princesa de Eboli, que canta una canción, la ‘Canción del velo’ (Nei giardin del bello). Llega la reina y después Rodrigo que le entrega una carta de su madre, la reina viuda de Francia, y una nota de Carlo, pidiéndole, al mismo tiempo, que tenga un encuentro con éste. El príncipe también hace acto de presencia y habla con la reina (Io vengo a domandar) que, a pesar de todo, lo frena diciéndole que ahora es su madre. Carlo, frustrado, se va.
Llega de repente el rey, Felipe II, con sus cortesanos y manifiesta su sorpresa al encontrar a la reina sola, hecho que va contra el protocolo establecido (Perchè sola è la Regina?). Como castigo expulsa de España a la principal dama de honor de la reina, la condesa de Aremberg, que es consolada por la propia Elisabetta (Non pianger, mia compagna). Rodrigo, aún presente, aprovecha la ocasión para defender la causa de Flandes ante el rey (O Signor, di Fiandra arrivo). Este, que simpatiza con Posa, a su vez se abre a hacerle confidencias: pide al marqués que vigile a su hijo y a su esposa, de los cuales sospecha que puedan tener alguna relación, al mismo tiempo que le aconseja desconfiar del Gran Inquisidor (Osò lo sguardo tuo penetrar il mio soglio).
Acto segundo
Cuadro primero
De noche, en los jardines de la reina, en Madrid
Carlo lee una carta en la cual se le cita a medianoche en los jardines de la reina (A mezzanote, ai giardin della Regina…). El cree que ha sido la propia Elisabetta quien se la ha enviado y viendo una dama embozada que él toma por la reina, se dirige hacia ella con apasionadas palabras de amor. Pero de repente descubre que se trata de Eboli (Ciel! Non è la Regina!). La situación es delicada y Carlo no puede negar su error, de manera que la princesa, sintiéndose despreciada, jura venganza. Rodrigo, que mientras tanto ha llegado al lugar, intenta calmarla (Che disse mai?), pero ella se va, airada. El marqués de Posa aconseja a Carlo que le pase todos los papeles comprometedores que pueda estar en su posesión (Carlo! Se mai su te fogli… ).
Cuadro segundo
Ante la catedral de Valladolid
Una multitud se ha congregado en el lugar para presenciar un ‘Auto de fe’, ceremonia en la que unos herejes condenados por la Inquisición serán quemados en la hoguera (Spuntato ecco il dì). Los reyes presiden el acto solemne.
Una delegación de diputados flamencos, conducidos por Carlo, interrumpen la ceremonia (Sire, Sire, no, l’ora estrema non suonò). Vienen a suplicar ante el rey que, sin embargo, los hace arrestar. Carlo se indigna y desenvaina la espada contra su propio padre, pero Rodrigo lo detiene y lo desarma (A me il ferro). El rey, en agradecimiento, lo nombra duque. Todo el mundo se va mientras prosigue la ceremonia y la hoguera termina con los condenados, las almas de los cuales son acogidas en el cielo (Volate verso il ciel).
Acto tercero
Cuadro primero
El gabinete del rey, en Madrid
Felipe II está solo en su gabinete, sumido en oscuros pensamientos. La tristeza lo invade al no sentirse amado por su esposa (Ella giammai m’amò!). Se anuncia la llegada del Gran Inquisidor, imponente personaje eclesiástico que es ciego, debido a su avanzada edad (Son io dinanzi al Re?). El rey le quiere preguntar si puede condenar a su propio hijo por su acto de rebelión. El Inquisidor responde que sí y, además, le reclama la vida de Rodrigo, a quien odia por sus ideas que considera subversivas (Allor son io ch’a voi parlerò). El rey se niega.
Llega la reina, trastornada. Le ha desaparecido un cofre con joyas y pide justicia por el robo (Giustizia, giustizia, Sire!). Es el rey quien lo tiene en su poder y lo devuelve a su mujer, obligándola a contemplar el medallón con el retrato de Carlo que contiene (Ardita troppo voi favellate!). Esto es una verdadera acusación de adulterio, ante la cual la reina se desmaya.
El rey grita pidiendo ayuda y acuden Rodrigo y la princesa de Eboli (Soccorso alla Regina!). El rey se arrepiente de sus sospechas y, cuando quedan solas, Eboli confiesa a la reina que ella ha sido la autora del robo con el objetivo de provocar la acusación de adulterio (Pietà! Pietà! Perdon!). Lo ha hecho por celos, pues ella también ama a Carlo. La reina, fríamente, la deja escoger: o el exilio o un convento. Una vez sola, Eboli se desespera y escoge el convento, decidiendo, al mismo tiempo, intentar salvar a Carlo de la Inquisición (O don fatal, o don crudel).
Cuadro segundo
Una prisión, en Madrid
Carlo está encerrado en la prisión y recibe la visita de Rodrigo (Son io, mio Carlo). Este confiesa que está en peligro desde que se han descubierto en su poder los papeles políticamente sensibles que Carlo le confió (Per me giunto è il dì supremo). Efectivamente, una oscura figura dispara sobre Rodrigo que, al morir, dice a Carlo que la reina lo espera al día siguiente en Yuste. Igualmente, se manifiesta feliz de morir si Carlo puede salvar a Flandes y reinar sobre una España más feliz (O Carlo, ascolta).
Llega el rey, acompañado por Eboli, el Inquisidor y un grupo de cortesanos para liberar a su hijo (Mio Carlo, a te la spada io rendo). Este lo rechaza a causa de la muerte de Rodrigo. El rey ve el cadáver de este y lamenta profundamente su muerte, en la cual no ha tenido nada que ver. Mientras tanto se ha congregado una multitud ante la prisión exigiendo la libertad del príncipe, llegando a enfrentarse al rey (Perir dovrà… ). Pero quien les planta cara es el Inquisidor, que los aterroriza de tal manera que lo obedecen inmediatamente y se someten al rey (Vi prostrate innanzi al Re). En la confusión, Eboli huye con Carlo.
Acto cuarto
Monasterio de Yuste (Extremadura). Es de noche
Elisabetta está sola, rezando ante la tumba del emperador. Adopta el compromiso de ayudar a Carlo a cumplir su destino en Flandes, pero para ella solo invoca la muerte (Tu che la vanità). Llega Carlo y ambos de despiden y prometen encontrarse de nuevo, pero en el cielo (È dessa!).
Entran el rey y el Gran Inquisidor (Sì, per sempre!). Vienen a arrestar a Carlo. Este desenvaina para defenderse, pero de repente sale de la tumba el monje del primer acto. Este agarra a Carlo y proclama que las turbulencias del mundo persistirán y sólo se podrá encontrar el descanso en el cielo. El rey y el Inquisidor reconocen en la voz del monje la del emperador y todo el mundo queda paralizado por el terror (Il duolo della terra). El monje arrastra a Carlo al interior de la tumba, que queda cerrada.
Cartel promocional
Don Carlo: Un cúmulo de falsedades
La ópera Don Carlo, que los Amics de l’Òpera de Sabadell presentan este mes de febrero de 2018, fue compuesta por Verdi por encargo de la Ópera de París, con motivo de la Exposición Universal de 1867, con el título original de Don Carlos, en lengua francesa, y con la estructura exigida por lo que se conocía como la grand-opéra, que tanto gustaba al público francés y cuyo representante más genuino fue Meyerbeer, no un francés sino un alemán. Cinco actos, argumento pseudo-histórico, escenas de masas, ballets, coros… todos estos eran los elementos que la Ópera de París exigía a todos los compositores que tenían que estrenar alguna ópera allí. Y Verdi no fue una excepción. Su Don Carlos se estrení el 11 de marzo de 1867, en la entonces sede de la Ópera parisina, la Salle Le Peletier, por el nombre de la calle en que se encontraba, que sería destruida por un incendio el año 1873. La célebre Ópera Garnier, que aún podemos admirar hoy en día, se inauguró en 1875.
Muy pronto la ópera fue traducida al italiano como Don Carlo y la primera representación de esta versión tuvo lugar en el Covent Garden de Londres, en junio de 1867, y no sería hasta octubre del mismo año que se vería por primera vez en Italia, en el Teatro Comunale de Bologna. En años posteriores se estrenaría una revisión que comportó la supresión del primer acto. Esta versión, en cuatro actos, estrenada en La Scala el 10 de enero de 1884, es actualmente la más conocida y representada y es la que se verá en el Circuito Òpera a Catalunya.
El libreto de esta ópera tiene su fuente literaria en una obra del famoso dramaturgo alemán Friedrich von Schiller, uno de los iniciadores del romanticismo, Don Carlos, infante de España. De aquí resulta que todo lo que vemos en esta magnífica ópera no es más que un cúmulo de falsedades históricas, muy lejos de la realidad. Esto lo podemos ver analizando uno por uno los cuatro personajes históricos protagonistas del drama. El quinto, Rodrigo marqué de Posa, es ficticio.
Don Carlos de Austria, príncipe de Asturias (1545-1568) es presentado por Schiller y Verdi como un verdadero héroe altruista, preocupado por la situación de Flandes, por entonces bajo el yugo español y nada halagüeña. El príncipe, espoleado por su amigo Rodrigo, pretende hacerse con el poder en aquella región con el fin de gobernar de manera justa. Bien, todo muy idealista, muy fogoso y muy romántico, pero el verdadero Don Carlos era todo lo contrario de esto. Hijo primogénito de Felipe II y su primera esposa, y prima hermana, María Manuela de Portugal, ya de entrada su nacimiento costó la vida de su madre. Don Carlos era un ser con mala salud y deforme de cuerpo, de carácter cruel y excéntrico, su vida adulta fue un constante enfrentamiento con su padre, que lo tenía en poca consideración. Es cierto que, entre otras cosas, concibió la idea de escapar a Flandes. Al final, el padre hizo encerrar al hijo en sus estancias, donde acabaría muriendo, probablemente a causa de sus propios excesos (una huelga de hambre, por ejemplo), a los 23 años.
Isabel de Valois (1546-1568) fue la tercera esposa de Felipe II y la hija mayor del rey Enrique II de Francia y su esposa, la famosa Catalina de Medicis. Destinada en un principio a casarse con el Príncipe de Asturias, finalmente se casó con el padre. Razones de estado. Y aunque el marido le llevaba 19 años, parece ser que fue un matrimonio razonablemente feliz. La reina parió dos hijas y murió muy joven, con 22 años, el 3 de octubre de 1568 al abortar una tercera, menos de tres meses después de la muerte de Don Carlos. Isabel es la heroína romántica de la ópera, donde la vemos como verdadera y digna reina, rechazando el amor de su hijastro, aunque en verdad lo ama. Otra falsedad histórica.
Ana de Mendoza y de la Cerda, Princesa de Eboli (1540-1592), fue una noble española casada con Ruy Gómez de Silva (el mismo nombre que el malo de Ernani), portugués y ministro del rey. Mujer de gran belleza y muy inteligente, parece que, en un momento u otro, fue amante de Felipe II. Se mezcló en graves intrigas de la corte y cayó en desgraciada, siendo exiliada y encerrada por orden del rey en 1579. En la ópera la vemos también como una intrigante y muy enamorada del príncipe y es la reina Isabel la que la obligar a dejar la corte. Falso también, ya que cuando la Princesa de Eboli fue expulsada de la corte, Isabel de Valois ya llevaba unos años muerta.
Felipe II, Rey de España (1527-1598), es uno de los monarcas más famosos de la historia española, que presidió el momento álgido del poder imperial del país, primera potencia mundial en aquellos tiempos. Su reinado, sin embargo, está también marcado negativamente por la llamada ‘leyenda negra’, a la cual contribuyó, entre otras cosas, el caso del príncipe Don Carlos y su muerte un poco en extrañas circunstancias, así como la presencia asfixiante de la Inquisición en la sociedad española, hecho que suponía un claro freno al su desarrollo. En la ópera es retratado de una manera ambigua: obediente a la Inquisición, también desconfía de ella y previene a Rodrigo del Gran Inquisidor. Ante su hijo se encuentra dividido: por un lado, el padre, por otro, la razón de estado. Y a Isabel la ama y lamenta que ella no sienta lo mismo en una de las arias más monumentales y estremecedoras que produjo Verdi: “Ella giammai m’amò”.
En definitiva, Don Carlo, incluso en la versión en cuatro actos, es una ópera que lo tiene todo: personajes magistralmente dibujados y caracterizados, arias espléndidas, grandes coros, música inspiradísima y un dramatismo intenso que no deja a nadie indiferente. Vamos, pues, a disfrutar de este príncipe Don Carlo, aunque sea encima de un montón de mentiras.
Jordi Torrents